En el programa «El intermedio», El Gran Wyoming nos dio una lección de lo que no debería ser nunca la televisión: un instrumento para generar infundios con la malévola intención de provocar al competidor, confundiendo a la audiencia con patrañas de más que dudoso gusto. Cualquiera puede inventar una historia y emitirla por la tele, pero la ética es otra cosa. De tan acostumbrados que nos tienen ya algunos mediocres medios informativos de la tomadura de pelo perpetua, pasará como con el cuento del lobo: cuando nos cuenten una verdad, ya no los vamos a creer. Arturo Milton Sony Barcelona
Un locutor de televisión dice haber engañado a un competidor que se tomó en serio una representación de su mal humor proyectado sobre una becaria. Yo creo que se precipita, porque en realidad aún no ha podido demostrar que el citado competidor se lo haya creído. Al competidor le bastaría con mostrar una supuesta cola ignota del vídeo máster con un cartel que dijera: «Sabemos que, a pesar de las apariencias, no estás representando una farsa, y que, en el fondo, eres así de cabrón. Y hemos pasado una buena tarde divulgándolo.» Es lo que tienen las estupideces, que son como muñecas rusas.
Ahora bien, a las estupideces socialdemócratas las adornan siempre diversas plusvalías. Como al FC Barcelona. Según han informado ellos mismos, los farsantes quisieron hacer pedagogía con el competidor y desmostrar que no verifica sus informaciones. Es tan conmovedor que me mareo. ¿Pero qué es lo que habría de comprobarse? ¿No estaba acaso el locutor maltratando de suboca a una becaria? Para su desgracia, aunque es muy dudoso que los farsantes alcancen a comprenderlo, esa escena ha existido y es veraz. Y por otro lado: ¿acaso la empresa (perfectamente enterada y cómplice de los manejos) no remitía al programa y al propio locutor («esta noche hablará del asunto») como toda explicación? Mucho peor son los buenos sentimientos que exhibieron. En el momento de desvelar la farsa, la locutora del locutor vino a disculparse ante los miles y miles de personas que habían caído en el engaño. No pensamos que iban subirlo a youtube, argumentó con suprema y pálida candidez, como echándole la culpa al competidor. Igual que el bobo de Welles, pidiendo perdón por los muertos que ocasionó su marcianada. ¡Oh, no! Si hubiera sabido que iban a morir…, snif.
Pero entre las plusvalías, despunta la impunidad. ¡Te la colamos gordito!, reventó el locutor de risa. Gordito. Repítanlo, pero será inútil: no oirán el eco indignado. ¡Son socialdemócratas! Ahora piensen en la posibilidad de que el competidor cogiera a una periodista socialdemócrata y la llamara gordita. O bajita. O cardito. Oh, socialdemócratas, todas las tardes jugando en campo propio. Disculpen, añoro las codas. Esta descripción perfecta de Andrew Anthony, en El desencanto, del tipismo socialdemócrata, esta gente, mon semblable, mon frère: «Me veía a mí mismo como alguien que comprendía el mundo y para mantener esa percepción era indispensable que no intentara comprenderme a mí mismo.»
10 comentarios:
A ver si te enteras que era una trampa para intereconomia y que el video era falso.
Hay que ser pardillos..!!!
Jorge chegas un pouco tarde, mira estes vídeos:
http://es.youtube.com/watch?v=l5IYABNA7Jg&feature=channel_page
http://es.youtube.com/watch?v=P0g4-Ut5U1U&feature=channel_page
Intereconomía lúcese a cada día. Se eses son os liberais cos que se identifica a rapazallada do PP mal imos.
Parvo!!!!
Yo también me lo creí, no entiendo que hay de malo en tragarse una broma.
Espero que esos insultos directos hacia su persona sean también una broma y no acabéis por reafirmar la situación denigrante que mostraba ese vídeo.
andamos a velas vir..
Próximamente en cartelera:
"La espía que me amó"
con MARIANO RAJOY,ESPERANZA AGUIRRE
y Feijoo9, en el papel de Anacleto Agente Secreto.
En los mejores cine.
En el programa «El intermedio», El Gran Wyoming nos dio una lección de lo que no debería ser nunca la televisión: un instrumento para generar infundios con la malévola intención de provocar al competidor, confundiendo a la audiencia con patrañas de más que dudoso gusto. Cualquiera puede inventar una historia y emitirla por la tele, pero la ética es otra cosa. De tan acostumbrados que nos tienen ya algunos mediocres medios informativos de la tomadura de pelo perpetua, pasará como con el cuento del lobo: cuando nos cuenten una verdad, ya no los vamos a creer.
Arturo Milton Sony
Barcelona
Un locutor de televisión dice haber engañado a un competidor que se tomó en serio una representación de su mal humor proyectado sobre una becaria. Yo creo que se precipita, porque en realidad aún no ha podido demostrar que el citado competidor se lo haya creído. Al competidor le bastaría con mostrar una supuesta cola ignota del vídeo máster con un cartel que dijera: «Sabemos que, a pesar de las apariencias, no estás representando una farsa, y que, en el fondo, eres así de cabrón. Y hemos pasado una buena tarde divulgándolo.» Es lo que tienen las estupideces, que son como muñecas rusas.
Ahora bien, a las estupideces socialdemócratas las adornan siempre diversas plusvalías. Como al FC Barcelona. Según han informado ellos mismos, los farsantes quisieron hacer pedagogía con el competidor y desmostrar que no verifica sus informaciones. Es tan conmovedor que me mareo. ¿Pero qué es lo que habría de comprobarse? ¿No estaba acaso el locutor maltratando de suboca a una becaria? Para su desgracia, aunque es muy dudoso que los farsantes alcancen a comprenderlo, esa escena ha existido y es veraz. Y por otro lado: ¿acaso la empresa (perfectamente enterada y cómplice de los manejos) no remitía al programa y al propio locutor («esta noche hablará del asunto») como toda explicación? Mucho peor son los buenos sentimientos que exhibieron. En el momento de desvelar la farsa, la locutora del locutor vino a disculparse ante los miles y miles de personas que habían caído en el engaño. No pensamos que iban subirlo a youtube, argumentó con suprema y pálida candidez, como echándole la culpa al competidor. Igual que el bobo de Welles, pidiendo perdón por los muertos que ocasionó su marcianada. ¡Oh, no! Si hubiera sabido que iban a morir…, snif.
Pero entre las plusvalías, despunta la impunidad. ¡Te la colamos gordito!, reventó el locutor de risa. Gordito. Repítanlo, pero será inútil: no oirán el eco indignado. ¡Son socialdemócratas! Ahora piensen en la posibilidad de que el competidor cogiera a una periodista socialdemócrata y la llamara gordita. O bajita. O cardito. Oh, socialdemócratas, todas las tardes jugando en campo propio. Disculpen, añoro las codas. Esta descripción perfecta de Andrew Anthony, en El desencanto, del tipismo socialdemócrata, esta gente, mon semblable, mon frère: «Me veía a mí mismo como alguien que comprendía el mundo y para mantener esa percepción era indispensable que no intentara comprenderme a mí mismo.»
Arcadi Espada
http://www.arcadiespada.es/
"Yo también me lo creí, no entiendo que hay de malo en tragarse una broma."
Non se trata de tragarse unha broma, trátase de comprobar a veracidade dunha noticia antes de divulgala.
Eu tamén me crín o contido do vídeo ao velo, pero non era o meu traballo o saber se era ou non auténtico.
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